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LA TRAMPA DE LA AUTOEXIGENCIA ESPIRITUAL (lo que no te cuentan)

  • Foto del escritor: Admin
    Admin
  • 17 jun
  • 4 Min. de lectura

En este camino de despertar, sanar y evolucionar espiritualmente, a menudo empezamos con una intención pura: sentirnos más conectados, vivir con más conciencia, soltar el dolor acumulado y vivir desde el amor. Comenzamos a meditar, a leer libros de espiritualidad, a asistir a ceremonias, a cuidar nuestras palabras, a observar nuestras emociones... y poco a poco nos vamos sumergiendo en una nueva manera de habitar el mundo.


Pero lo que nadie nos advierte al principio es que el ego —astuto, silencioso, adaptable— también puede disfrazarse de “espiritualidad”. Puede comenzar a imponernos reglas sutiles, nuevas expectativas, nuevas exigencias: “No deberías sentir enojo”, “no puedes vibrar bajo”, “debes mantenerte siempre en paz”, “no puedes recaer”, “tienes que atraer solo cosas positivas”.

Así, sin darnos cuenta, lo que antes era un refugio se convierte en una nueva prisión.


Empezamos a sentir culpa por sentir. Empezamos a forzar estados emocionales “elevados” cuando en realidad estamos rotos por dentro. Nos juzgamos más duro que antes, solo que ahora con palabras bonitas. Y eso no es sanación. Eso es violencia emocional maquillada de conciencia.


Este blog es una pausa. Una rendija de luz para cuestionarlo todo con honestidad. ¿Y si tu verdadero crecimiento espiritual no está en convertirte en una versión perfecta de ti mismo, sino en reconciliarte con todas tus partes, incluso las que no encajan con los clichés espirituales? ¿Y si el alma no quiere que seas “mejor”, sino más tú?


A veces, para avanzar, no necesitas más prácticas ni más rituales. Necesitas menos exigencia y más compasión. Necesitas bajarte del personaje de “ser elevado” y abrazarte justo como eres, en tu caos, tu sombra, tu confusión... y sí, también en tu luz.



1. La autoexigencia disfrazada de espiritualidad


Muchas personas comienzan su camino espiritual desde un lugar sincero, pero sin darse cuenta, caen en una forma nueva de rigidez interna. Dejan de permitirse equivocarse, sentir rabia, tener días oscuros, descansar o simplemente no estar bien. ¿Por qué? Porque se han metido en la mente que “una persona despierta no puede permitirse eso”.


Es una trampa: cuando conviertes la espiritualidad en una nueva meta que alcanzar, pierdes el alma del proceso. Estás otra vez en competencia, pero ahora contigo mismo. Estás en guerra contra tus propias emociones porque crees que son “bajas”, “tóxicas” o “no espirituales”.

La verdadera espiritualidad no es otra forma de exigencia. Es una forma de liberación. Y eso incluye liberarte de la idea de que siempre debes estar bien, feliz, positivo o iluminado.


2. La sanación como aceptación, no como corrección


No todo lo que sientes necesita ser corregido. No todas tus emociones necesitan una explicación. A veces simplemente necesitas permitirte sentir sin intención de reparar nada.

Sanar no significa convertirte en una persona sin dolor, sino aprender a amarte incluso cuando el dolor está presente.


Esa aceptación radical es mucho más poderosa que cualquier afirmación positiva o técnica de manifestación. Porque cuando te aceptas por completo, la transformación ocurre de manera natural, sin forzarla.


La espiritualidad basada en el control es una contradicción. La espiritualidad basada en el amor, en cambio, te permite respirar, llorar, enojarte, dudar… y aún así estar profundamente conectado con tu esencia.


3. El ideal de “estar bien” todo el tiempo es un nuevo tipo de esclavitud


Vivimos en una era donde la espiritualidad se ha mezclado con el perfeccionismo emocional. Las redes sociales están llenas de frases que, aunque inspiradoras, muchas veces terminan generando ansiedad: “todo pasa por algo”, “si te duele, es porque no has sanado”, “atraes lo que vibras”, “eleva tu frecuencia”. Y aunque todas estas frases pueden tener verdad, no deben convertirse en armas para juzgarte cuando estás en un proceso.


A veces estás triste… y está bien. A veces dudas… y está bien. A veces no tienes energía para agradecer ni para fluir… y también está bien.


La espiritualidad real es aquella que incluye tu sombra, tu caos, tu humanidad entera. Porque no estás aquí para fingir estar bien, sino para ser honesto contigo, con tus ciclos, con tu historia.

4. La revolución del alma: ser tú, sin adornos


Cuando logras sostenerte a ti mismo en tus días más oscuros, sin exigencias, sin culpas, sin pretender nada… estás caminando uno de los senderos más sagrados. El alma no quiere que seas perfecto. Quiere que seas auténtico.


Ser espiritual no es estar siempre en calma. Es aprender a no traicionarte mientras navegas la tormenta. Es no disfrazar tu dolor, pero tampoco identificarte con él. Es hacer las paces con cada parte de ti. Esa es la verdadera revolución interna.


CONCLUSIÓN:


Tal vez hoy puedas soltar esa necesidad de “ser mejor” y empezar a recordar que ya eres suficiente. No desde la mente que exige, sino desde el alma que abraza. Hoy no necesitas cumplir ningún estándar de luz, ni tener todas las respuestas, ni vibrar perfecto.

Solo necesitas ser tú, en este momento, tal como eres, sin adornos. Y confiar en que eso también es parte del camino. Lo más espiritual que puedes hacer hoy no es elevarte… es abrazarte.

 
 
 

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